miércoles, 13 de julio de 2011

media

Hay cosas que no tienen explicación, son así y punto. Eso pensó mientras mordía su manzana. A veces le gusta sentarse a pensar estas cosas, y otras veces prefiere no pensar en nada de nada porque le hace doler la panza. Debe ser esta manzana piensa, pero muy en el fondo sabe que se miente pero no le importa.
Hay días que le gusta estar triste, disfrutar de su tristeza. Escucha las canciones más tristes y piensa en cosas que le ponen los ojos vidriosos. No es de masoquista, le sale así. 



lunes, 16 de marzo de 2009


Él un día se sentó y pensó en cosas inútiles.
Pensó en llamarla para oir su voz pero nervioso cortó antes de que pronunciara una palabra entera. "hol" retumbó en su mente varios segundos.
Pensó en pasar por la esquina de su casa para verla de lejos, pero enseguida pensó que no sirve de nada verla de lejos queriendo tenerla cerca.
Pensó en hacerle un dibujo de estrellas y flores que nunca le regaló, pero jamás olerían ni brillarían como a el le gustaría.
Pensó en viajar para buscar algo que no sabía que era y a no encontrarlo.
Pensó en sacarle fotos para convencerse de que no era tan linda, pero en esas salió especialmente hermosa.
Después se paró y se fue en su bici pensando que era inútil pensar en cosas inútiles.

lunes, 1 de septiembre de 2008


Salió de su casa con las llaves en la mano, no porque le importara volver a entrar; sino simplemente porque las necesitaba para poder salir.

Hacía frío pero sólo lo suficiente como para cruzarse de brazos y encorvar un poco la espalda, pensó que por caminar por la calle su cabeza iba a distraerse, pero solo fue un iluso consuelo.

El aire en la cara a veces parece alivianar el alma, pero sólo la refresca por un ratito demasiado ficticio para ser creible.

Siente un pesar en el pecho que le recuerda su tristeza y piensa que con cerrar los ojos va a dejar de verla, pero es ahí cuando comienza a hacerlo.

Me gustaria ser alguien para ofrecerle gestos que reconforten su dolor, pero simplemente agacho la cabeza y lo observo desde arriba porque es muy abajo donde él se siente.

Se que puedo extenderle mi mano para sacarlo de ahí, pero no estoy segura si quiero hacerlo.

sábado, 23 de agosto de 2008


Tamara vive en una islita perdida en el atlántico, lugar donde no existen las preocupaciones ni la maldad.
Le gusta mucho andar en bicicleta, le encanta sentir el viento sobre su carita en las bajadas que revuelven y desarman sus bucles, que luego vuelven a armarse en las subidas.
Todas las tardes agarra su mochilita y parte con un único destino que parece estar esperándola. Es inexplicable, pero entre cientos de médanos exáctamente iguales ella encuentra siempre el suyo; se sienta con sus dos piernitas estiradas a mirar como el sol se zambulle en el mar.
Tiene calculado el tiempo exacto, abre su mochila y saca sus galletas de arroz; a la tercer galleta el sol se apoya sobre el agua haciéndola rebalsar en sus grandes ojitos almendrados.
Saca de su bolsillo un diminuto frasquito con el que cuidadosamente captura las lágrimas que corren por sus cachetes pecosos, y cuando el sol ya no se ve pero se siente en la atmósfera teñida de fuccias y colorados; se descalza, camina hasta la orilla del mar y deja caer las lágrimas de su frasquito sobre la primer ola que rompe contra sus piecitos descalzos.
El paisaje le regala esas gotitas de emoción, y ella decide devolvérselas para que se las regale nuevamente al otro día.

lunes, 18 de agosto de 2008

ensueño


Ese lunes, al igual que todos los lunes, el despertador de Jeremías sonó a las seis y media de la mañana. Su vida era bastante rutinaria, él era una persona bastante estructurada, hasta el punto de que muchas veces sentía que su vida era bastante aburrida y monótona; pero ese día hubo una diferencia.
Se despertó sobresaltado, ansioso, y decidió no ir a la oficina.
Sus ojos se fijaron en el techo de su pequeño pero minuciosamente ordenado departamento, y no podía quitar de su mente lo que había soñado durante al noche.
En su sueño había una mujer que lo impacto sobrenaturalmente, sentada entre arbustos y flores. Creía haber estado en ese lugar anteriormente, hasta el punto de que con solo ver esas flores en el paisaje de su sueño, podía oler su perfume.
Decidió levantarse, tomar solo lo indispensable y salir en busca de esa mujer que logró romper con sus estructuras.
Subió a su pequeño y viejo auto destartalado, y emprendió viaje sin saber específicamente hacia donde se dirigía. Lo único que tenía en claro era que iba a encontrar a esa mujer fuera como fuera.
Las pistas que tenía para llegar a destino no eran muchas y no lo ayudaban demasiado, ya que existían una cantidad innumerable de lugares con las mismas características que el paisaje de su sueño; pero igualmente eso no lo detuvo y recorrió todos los parques de su ciudad, pero solo veía nenes corriendo o personas paseando sus perros; Jeremías veía a toda esa gente sonriente disfrutando del paisaje, y sintió un poco de envidia, pero no podía sonreír como el resto de la gente, se sentía solo y vació. Continuó su camino, pero en ningún parque vislumbraba el paisaje soñado, ni veía a esa mujer que sentía cada vez más lejana e inalcanzable.
Desganado luego de recorrer el último parque inútilmente, volvió a su auto, y se dejó caer sobre el volante suspirando desilusión. Giró la llave pero su auto no arrancó, pero ni siquiera tenía ánimo para enojarse. Se bajó, cerró la puerta suavemente y decidió renunciar a su viaje.
Caminó cabizbajo arrastrando los pies durante varias horas, y llegó a su casa acompañado únicamente por los últimos rayos de sol.
Estaba tan cansado que sólo se quitó los zapatos y se dejó caer vestido sobre la cama, cerró los ojos, y antes de poder pensar en nada se quedó profundamente dormido.
A la mañana siguiente se despertó más tranquilo, había vuelto a soñar con esa mujer, pero esta ves el estaba a su lado abrazándola fuertemente y sonriendo feliz como todo el resto de la gente del parque. Ese sueño se repitió durante años noche tras noche.
Comprendió que nunca podría alcanzarla, pero a partir de ese día decidió que debía cambiar algunas cosas. Ya no tenía una vida rutinaria, comenzó a ir caminando a su trabajo, y a la vuelta pasaba por el parque y se recostaba en el pasto a dormir una pequeña siesta en la que soñaba con esa mujer que nunca pudo tener en sus brazos, pero sí en cada uno de sus sueños.

sábado, 16 de agosto de 2008

Morfeo

voy a cerrar los ojos para soñar con lluvias de verano, alfombras mulliditas, helados de chocolate, y tardecitas en bicicleta.